Hace poco tiempo fui a un bar del centro de Moscú donde había sido invitado a dar unas conferencias para la universidad de Moscú. Al final de mi café me quede mirando como varios chicos que hasta ese momento habían estado riéndose entre ellos, iban a distintas mesas atraídos por algunas señoritas que estaban en distribuidas por el local. En los casos más afortunados, lograban conversar con las chicas y se los veía contentos y verborrágicos. Los que no tuvieron suerte las terminaron insultando (visiblemente ofuscados por su fracaso), peleándose sin sentido con alguien que los rozó o, simplemente, solos en una silla del bar luego de haber tomado demasiado.
Concluí que el saldo no había sido bueno. Pasaron del goce de una noche entre amigos, con viejas anécdotas, rondas para todos y chistes sin sentido, al sabor amargo de la derrota que a veces tiene la cerveza, a volver a casa solos luego de una pelea de bar y en algunos pocos casos, al éxito al menos hablar con una chica.
¿Pero por qué lo hacían? «Es su naturaleza, es necesario», me respondí casi al instante.
(más…)